10 mar 2009

LA REVOLUCION DEL PENSAR

LA REVOLUCIÓN DEL PENSAR 

 

Cuestionamos los conflictos del mundo, nos preguntamos sobre la actitud irracional de los políticos para declarar la guerra pero nunca nos preguntamos y mucho menos cuestionamos nuestra vida, nunca nos preguntamos sobre nosotros mismos, sobre nuestra confusión y sobre nuestros conflictos, los cuales se expresan exteriormente como un reflejo de los conflictos interiores.

            Para solucionar los conflictos externos, las civilizaciones han intentado unirse por medio del comercio, las finanzas o por sus intereses económicos. Todo esta ha sido realizado con toda la confusión de nuestro pensar, negando las necesidades del otro, sus limitaciones, su idiosincrasia, dando como resultado la creación de inseguridad, odio, envidia, resentimiento y ambición.

            Siendo el bienestar material el objetivo central en el cual hemos transformado la existencia humana, tanto individual como colectivamente, nos preocupamos de transformar la influencia económica, ambiental, la sociedad, con el único fin de mejorar, de superar nuestro bienestar material, lo que significa que el único sentido que le hemos dado a la vida y a nuestro vivir es al ambicionar, a la avaricia, y a su satisfacción le llamamos progresar.

            Esta es la razón por la cual la doctrina neoliberal ha tenido tanto éxito en el mundo, pero de lo que jamás nos damos cuenta es que las crisis y los problemas que afrontamos no dejarán de existir por la implementación, la creación de más doctrinas, ideales, creencias o por salir del modelo neoliberal, todo lo cual es intentar nuevamente cambiar gradual y utópicamente el dolor, la angustia, el sufrimiento, en felicidad y bienestar; es tratar de cambiar gradual y utópicamente la codicia, la ambición, la avaricia y el egoísmo en amor y bondad. La realidad es que esto sólo puede ser cambiado y transformado en la naturaleza del suelo desde donde nace toda esta confusión y conflicto humano, y ese suelo es la mente humana que expresa ese conflicto y confusión mediante la proyección intelectual del pensamiento concretándolo en ideales, ideologías, creencias, teorías, doctrinas y reformas, o sea, el mismo creador del conflicto con toda su confusión intenta arreglar ese conflicto y confusión: el pensamiento.

            Es en la mente y el pensamiento donde se debe sembrar las semillas de la transformación mediante el conocimiento de uno mismo, para aprender a “cómo pensar”; no desde la política o la economía, no desde un mero ideal o doctrina, no desde una tregua acordada por las mismas mentes enfermas que han dado inicio a una guerra, no desde la creencia, porque todo ello nos obliga a saber en qué pensar coartando de esta manera nuestra libertad e inteligencia.

            La paz, el orden y el progreso duradero, sólo nacerán del correcto pensar, sólo nacerá de una mente exenta de conflicto e intereses políticos, económicos, ideológicos, doctrinarios, religiosos y nacionalistas, los cuales son nada más que teorías intelectuales sobre el progreso, el orden y la paz.

La única posibilidad real que tenemos los seres humanos para cambiar el mundo, para hacer algo por la transformación de la humanidad es transformar nuestra mente, es transformar nuestro pensar, o sea, transformar el suelo desde donde nace todo conflicto personal y colectivo, en una mente libre, en una mente exenta de teorías doctrinas, creencias e ideales, porque todo conflicto, toda crisis, toda guerra, en su causa más profunda, es una guerra de ideas, un enfrentamiento de creencias, de ideologías, de intereses, lo cual significa que es la máxima expresión  e imposición de los intereses materiales e intelectuales que poseemos en nuestras mentes, por lo tanto, si no los abandonamos nada cambiará en el mundo realmente.

            Si no existe en nosotros, antes que en ninguna otra parte, una mente libre y pacífica, se transforma en algo totalmente utópico el proponer o pensar que exista paz y libertad en la sociedad, en el mundo.

La conquista de la libertad y la paz depende de cada uno de nosotros, no de nuestros líderes, ya sean políticos o economistas, gurúes, sacerdotes, periodistas, psicólogos, rabinos o Imanes, porque la libertad y la paz en nuestra vida no nos pueden ser dadas por “otro”. Ahora bien, si no existe esa libertad y paz dentro de nosotros ¿Por qué creemos que puede existir en la sociedad y en el mundo cuando somos nosotros  los componentes de esa sociedad y ese mundo? Si nosotros estamos confusos y conflictuados en nuestro propio mundo interior, toda libertad, paz, armonía, progreso y orden, sólo podrá existir utópicamente como un ideal más a ser alcanzado, pero no como una realidad que vivimos, no como un hecho.

Llamamos democracia a nuestra supuesta libertad, sin percibir que esta libertad democrática es nada más que el derecho que tienen los pueblos de elegir su propia dictadura, y esta falacia de libertad que decimos tener, es destruida en los hechos por los conflictos, los intereses sectoriales, las divisiones, las luchas doctrinarias, por la guerra, que la deciden los líderes, no nosotros.

Mientras no nos dediquemos a conocer el suelo de nuestros conflictos internos para poder librarnos de ellos, todo lo que hagamos será nada más que reformas y, por lo tanto, la continuidad de lo mismo.

Veamos por un momento el mundo en que vivimos: matanzas, refugiados, hambre, miseria, recesión, desempleo, inseguridad, mala salud, mala educación, contaminación, terrorismo, guerra. Eso es lo que tenemos, eso es donde vivimos. No se trata de ser pesimista u optimista, se trata de ver lo que es, no de ver lo que nosotros quisiéramos que fuera.

Esto nos revela que nuevamente la humanidad se encuentra en su eterno círculo vicioso de crisis extrema. Se hacen incontables las veces que la humanidad pasó por esto, por lo tanto, la pregunta que debemos hacernos es ¿La vida está equivocada o somos nosotros con nuestra manera de pensar los equivocados, que no hemos aprendido a vivir y en consecuencia, no hemos sabido construir una sociedad placentera, digna, ordenada y justa donde vivir?

Ante la situación actual de nuestro mundo, se convierte en una necesidad urgente el surgimiento de una clase totalmente distinta de encarar esta crisis y del investigar por nosotros mismos si no existe una manera por completo diferente de vivir, que implica la racionalidad de las necesidades por sobre los intereses personales, los intereses económicos, políticos, intelectuales y psicológicos, o sea, una clase por completo distinta de ética, lógica y honestidad, con respecto a la que conocemos, una clase de acción que surja de la comprensión de todo el proceso del vivir, para hacer posible el frenar definitivamente la guerra y parar la crisis en permanente aumento.

Estamos habituados a dejar estos problemas y la consecuente solución en manos de políticos, economistas, militares, psicólogos, especialistas, los cuales siempre intentan resolverlos por medio de ajustes económicos, alianzas políticas, represión o guerras y sus consecuentes reformas, pero jamás estos métodos han logrado resolver duraderamente las complejas dificultades de la existencia humana, puesto que siempre terminan siendo algo transitorio, pasajero.

Toda reforma, ya sea la reforma de la sociedad, del estado, del sistema político o económico imperante, las reformas sociales, educacionales por grandilocuentes o extensas que sean, y con su apariencia de duraderas, son en sí mismas la causa del ulterior conflicto y confusión, lo cual empuja, presiona y exige, al conjunto de la sociedad a la necesidad de nuevas reformas y así sucesivamente “ad-eternum”.

Sin la comprensión de toda la complejidad que significa la existencia humana, sin la comprensión que significa el vivir del ser humano, las reformas sólo producirán la exigencia inevitable y confusa de más reformas. Las reformas no terminan nunca y eso es demostrado por toda la historia humana. Ellas, por ser creadas por necesidades urgentes e inventadas por mentes confusas, conflictivas y adoctrinadas, no tienen la capacidad de encerrar una solución fundamental.

Las revoluciones políticas, sociales, económicas o religiosas, han demostrado que tampoco encierran solución alguna puesto que lo único que han realizado en la historia humana es producir tiranías y dictaduras espantosas y denigrantes, mediante la transferencia del poder y la autoridad a manos de “supuestos grupos de pensar diferente” que siempre terminan auto-considerando que sus atrocidades son justas y razonables.

Todas o cualquier reforma de los grupos instaurados en el poder actualmente, o las supuestas revoluciones de los grupos diferentes, jamás han sido ni serán una salida para toda nuestra confusión, conflicto, desdicha, inseguridad y miedo que nos aprisiona. Sólo el dedicarnos a conocer el suelo en donde nacen nuestros conflictos que es nuestra mente, nos permitirá librarnos de ellos interiormente y en consecuencia, en el mundo exterior, en la sociedad.

La única solución verdadera, real y duradera, es aquella que tiene que ver con nosotros mismos y nuestra relación con el mundo, lo cual depende de los condicionamientos o la libertad de nuestro pensar, por lo tanto, depende de nosotros mismos el producir una revolución en nuestro pensar puesto que si no producimos un cambio absolutamente radical en nuestra mente y en la manera que tenemos de mirar y abordar los problemas de nuestro mundo, difícilmente tendremos la posibilidad de emerger de esta inacabable serie de divisiones, conflictos, odios, venganzas, derramamiento de sangre, hambre, desolación y guerra, en la cual estamos atrapados.

Sólo una revolución en nuestro pensar, lo cual comienza por el conocimiento de nuestra mente, el proceso de nuestro pensar, o sea, el conocimiento de nosotros mismos, nos permitirá la posibilidad de ayudar a construir un mundo mejor, o por lo menos... más sensato.

Si no comenzamos por nosotros de nada servirán las reformas, las revoluciones, la captura o muerte de terroristas, porque todo seguirá siendo igual.        

De nosotros depende, no de los gobiernos o líderes políticos, sociales, revolucionarios, republicanos o religiosos, ya que para producir la urgente, necesaria e imprescindible revolución de nuestro pensar que el mundo necesita para ser transformado, sólo tenemos que ser honestos con nosotros mismos y serios con la vida por la responsabilidad que significa vivir.

Amigos míos: todas las guerras son guerras de ideas que inevitablemente terminan enfrentándose entre sí para imponérselas al adversario ideológico, lo cual es el resultado premeditado al que nos arrastra la existencia de las doctrinas y creencias. Recurrimos a las doctrinas y creencias porque en realidad estamos llenos de miedo y en ellas encontramos las muletas psicológicas en la cual apoyarnos, por lo tanto, lo que tenemos que investigar seriamente dentro de nosotros es nuestro miedo y no si nuestra doctrina es buena o mala, justa o injusta, la mejor o la peor, porque el pensamiento, la memoria y el conocimiento siempre nos darán los argumentos suficientes para encontrarnos razón, evitando así la causa verdadera por la que hemos adoptado una doctrina o creencia: el miedo.

Al producir una revolución en nuestro pensar descubriremos que “sólo somos simples seres humanos” y que nadie, por más creencias o doctrinas que abarrote en su memoria, en su mente, podrá ser más que eso. El simple reconocimiento de lo que realmente somos en verdad, es la simple solución para toda la desdicha humana.

Amigos míos: Abandonad vuestras doctrinas y creencias que sólo han servido y sirven para dividir a la humanidad y pensad por vosotros mismos, pues esa es la única manera de saber lo que es verdad y como consecuencia, lo que es mejor para el mundo.

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